Los evangelios suelen presentarnos un Jesús paciente, que habla de amor, que invita al perdón y a la comprensión. El mismo evangelio de Lucas, al que pertenece este texto, pone el acento en las delicadezas de Jesús y en su mensaje de misericordia. Pero esa sería una visión parcial que podría llevarnos a imaginar a Cristo como un ser desprovisto de firmeza, de decisión, de convicciones sólidas, y hasta poco masculino.
Esta imagen no motiva ciertamente a una conversión seria, a tomar firmemente el camino de Dios como una opción que toma toda la vida y que merece una decisión valiente y apasionada.
Por eso este texto es sumamente importante. Jesús quiere derramar un fuego que purifique: Él no resiste los egoísmos, las mediocridades, la falsedad, la falsa paz. El encuentro con Dios cuando es verdadero quema (Is 1, 25; 4,4; 9,17; Zac 13,9), quiere quitarnos esa comodidad a la que nos aferramos cuando nos apegamos a nuestras imperfecciones. Una fe que rechaza las purificaciones y los desafíos no es más que un barniz de religiosidad que no alcanza ni para ocultar el vacío de una vida sin sentido.
Jesús ansía recibir su bautismo, que es la Pasión; porque la Pasión será causa de división. Unos no la tolerarán y tomarán a Cristo como un fracasado, y otros deberán aceptar al Cristo crucificado con todas las consecuencias que eso implique.
Tal vez donde más brilla esa fuerza de la gracia de Dios es en los momentos en que los hombres se parcializan hasta el extremo, y llegan a preferir sus opciones a la misma vida. No en vano Jesús alude al “bautismo” por el que ha de pasar, refiriéndose sin duda a la hora de su pasión y cruz. Nunca la división entre los hombres, incluso dentro de una misma familia, llega a polarizarse tanto. Por eso también es la hora de las opciones más decisivas, que pueden llevar, y han llevado de hecho a muchos cristianos a la gracia del martirio, de seguir al Maestro hasta la hora de la cruz. Hay en nuestra reciente historia eclesial, sobre todo en América Latina, mucha sangre martirial; y es una tremenda ceguera el no saber reconocer ese “signo de los tiempos”. Sin duda ellos son los que más claramente han optado por Jesús, por la verdad esperada del Reino, y por la fraternidad humana soñada y anticipada en su misma vida ordinaria o en sus mejores gestos, como ese final glorioso.
Hoy, en este Templo Parroquial, elevamos una acción de gracias por nuestro País. Nos reencontramos como hermanos. Nos reconocemos hermanos, más allá de las diferencias de credo, de ideología política y de condición social.
En este reencuentro entre hermanos, recordamos de la historia de nuestro pueblo, de nuestro país.
El 16 de septiembre del 1973, El Cardenal Raúl Silva Henríquez, decía: “El ideal de amor, que quisiéramos vivir en plenitud y hacerlo vivir a nuestro alrededor, exige sacrificios, luchas y superaciones no fáciles de aceptar y emprender. Pero sólo ese ideal realmente aceptado y realizado puede construir un mundo mejor, más humano y más justo. Sólo ese ideal, encarnado en nuestro Chile, lo hará recuperar su verdadero rostro, y hará renacer entre nosotros el calor del hogar, los lazos de la familia, de la fraternidad que tanto anhelamos. Deseamos ardientemente destruir el odio para evitar que el odio mate el alma de Chile”.
Para lograr destruir el odio que mata el alma de Chile, hoy necesitamos aunar esfuerzos en cuatro actitudes esenciales:
RECONCILIACION: Como fruto del encuentro entre los hermanos y hermanas. No solo pedir perdón, por pedir perdón. El pedido de perdón exige acción. La acción es la reconciliación, que es fruto del reconocimiento de nuestros errores, de nuestras faltas, de nuestro pecado. La Reconciliación es fruto de la verdad y nos llevara a encontrarnos entre nosotros en la Verdad, para sanar nuestras heridas y abrazarnos como hermanos
VERDAD: Cristo es la Verdad. El conoce nuestro corazón. Pero no podemos hacer leso a Cristo. Entre nosotros, nos podemos hacer leso, pero a Cristo no. La Verdad es asumir el pecado, enfrentarlo, no ocultarlo, ni disfrazarlo. A mayor verdad, mayor posibilidades para construir un pueblo de hermanos reconciliados.
JUSTICIA: Es fruto de la Verdad y la transparencia en nuestras relaciones. Es dar al otro lo que le pertenece y necesita para ser feliz y vivir la fraternidad verdadera. Y ¿Qué necesita el hombre de hoy? Necesita Verdad. Verdad que nos lleve a la Paz. Y esto será fruto de la verdadera justicia.
Ante los hechos dolorosos que quebraron la buena relación entre todos, tenemos todavía que hacer grandes esfuerzos para avanzar en ella y obtener finalmente la paz. La paz de los espíritus, la paz en las relaciones mutuas.
PAZ: Es el grito universal del hombre de hoy. Es fruto del esfuerzo mancomunado para perdonarnos mutuamente. Verdad y justicia, pavimentan el arribo de la paz que todos queremos vivir. La Paz es fruto de la reconciliación, de la verdad y de la justicia. Es el saber la verdad, es ver que Dios hace justicia frente a la mentira. ¡Cuánto dialogo de verdad nos toca todavía promover!
Resuena todavía y se actualiza en el hoy, la Exhortación del Comité Permanente del Episcopado de Chile para la Festividad de la Virgen del Carmen. 16 de julio 1973.
“La gran mayoría de los chilenos tenemos hambre y sed de justicia: la voluntad de realizar urgentes y profundos cambios sociales, con diversas concepciones ideológicas, la encontramos en millares de hermanos nuestros, que intuitivamente, u organizados en frentes sociales o políticos, de Gobierno o de Oposición, anhelan un Chile nuevo, construido en el respeto a cada ser humano. A estos grupos políticos o sociales, les imploramos que den los pasos necesarios para crear las condiciones de un diálogo que haga posible un entendimiento. Diálogo que para ser fructífero, requiere que se verifique en la verdad, que se diga toda la verdad, que haya sinceridad para proclamar las intenciones reales, que se desarmen los espíritus y las manos”
Pidamos al Señor, que NUNCA MAS en Chile vivamos en el odio, la mentira, la injusticia, la opresión y la violencia. Que en Chile, nunca más nos matemos entre hermanos sino que aprendamos a amarnos los unos a los otros.
Reconciliación en la Verdad y la justicia, nos regala la Paz.
La paz también es una tarea y un desafío. La vamos construyendo entre todos cuando hay voluntad de esclarecer la verdad y hacer justicia. Solo cuando seamos capaces de mirarnos a los ojos como hermanos y hermanas reconciliados podremos decir sinceramente. EN CHILE, NUNCA MAS.
Así sea.